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Imaginar por un momento que un gato se sube a una estufa y se quema el culo. Lo más probable es que a partir de ese momento el gato no vuelva a subirse nunca a la estufa. Por un lado es normal, ya que como animal está programado para crear mecanismos de defensa que aseguren en la medida de lo posible la supervivencia. El problema es que si bien ese comportamiento es acertado cuando la estufa está encendida, cuando no lo está hace que el gato cometa un gran error: el gato no se subirá a una estufa FRIA para no quemarse el culo.

Las personas, como buenos animales, tendemos a comportarnos de manera similar. Por suerte nosotros tenemos la capacidad de replantearnos las cosas. Por desgracia lo hacemos sólo cuando las consecuencias de no hacerlo son demasiado peligrosas. Además, como vemos en la foto, estos dos gatos no parecen haberse quemado nunca el culo, ¿verdad? Está bien, ¡cambiemos de animal!

La parábola de la rana y la olla de agua hirviendo

Si se echa una rana a una olla con agua hirviendo, la rana dará un salto para salir inmediatamente de la olla. Y conseguirá salir con un buen susto pero sin mayores percances. En cambio, si se echa a la rana a una olla con agua del tiempo y poco a poco vamos subiendo la temperatura del agua de la olla, la rana no saltará. Se irá aclimatando poco a poco hasta que, desgraciadamente, sea demasiado tarde para saltar y muera hervida. 

Nos aferramos con uñas y dientes a nuestras creencias porque es mucho más fácil vivir así, pero fácil no siempre significa bueno. Tenemos que ser un poco menos animales y replantearnos las cosas en lugar de acomodarnos. Soy una persona bastante reflexiva y se podría decir que estoy siempre al acecho de nuevas teorías que hagan tambalear mis cimientos. Y cuando esto sucede no dudo en tirarlo todo abajo y empezar a construir sobre una base más sólida. El problema es que siempre hay cosas que caen en el olvido y no pasan por este «ciclo de revisión», y ayer le llegó el turno a una de esas cosas.

Siempre había tenido pánico a hablar en público. Deberían enseñarnos a hacerlo desde el colegio pero lejos de eso nos enseñan que solo algunos deben hablar (los profesores), y el resto debemos escuchar. Y cuando digo enseñar no me refiero a obligar a alguien a que haga una exposición sobre un trabajo por el cual no sólo se le va a evaluar, sino que además no suele coincidir con una materia con la que nos sintamos cómodos, debido principalmente a nuestra falta de conocimiento. Quizá algún día escriba cómo creo que debería ser ese aprendizaje pero no quiero salirme del tema de hoy, sigamos.

Me había propuesto enfrentarme a este miedo durante el 2015 y dar alguna charla sobre los temas que más me gustan, que son sobre los que escribo en este blog. Tenía dos motivos para hacerlo: enfrentarme a un miedo (me gusta ir eliminando miedos infundados de mi vida) y además me iba a venir muy bien para mi nuevo proyecto laboral. Es más, creo que es algo imprescindible si quiero seguir por esta línea.

Poco después de tomar esta decisión recibo un correo de Pablo Junco, presidente de IASA en España (IASA es una Asociación Internacional de Arquitectos de Software), invitándome a participar en un evento. Una pequeña participación de «sólo» 10 minutos donde podría contar, «como experto», la influencia de las emociones en la gestión del ciclo de vida de las aplicaciones de software (ALM por sus siglas en inglés). Había dicho que para el 2015 pero, ¿cómo iba a desaprovechar una oportunidad así? Creo que este es un claro ejemplo de algo que acostumbro a hacer últimamente: respondí que SI enseguida, y acto seguido me puse a pensarlo. Quizá si lo hubiera hecho en el orden inverso no estaría escribiendo este post hoy.

Ayer fue el gran día. No había mucha gente y no era el evento más importante del año, pero para mi fue EL GRAN DÍA porque después de pensarlo mucho mi objetivo era atreverme a dar una charla y conseguir que al menos una persona se sintiera cautivada y reflexionara sobre lo que acababa de escuchar. ¡Prueba superada! Me queda mucho que aprender, y sobre todo mucho que practicar, pero al terminar la charla varias personas se acercaron para decirme que les había gustado mucho… ¡GRACIAS!

Pasaron unas cuantas cosas más, y no menos importantes que esta (ya os contaré si todo sale bien), porque como dice Anxo Pérez en uno de sus peldaños para el éxito «había agitado mi presente». O como digo yo, cuando haces cosas, pasan cosas. El caso es que cuando asistía a eventos siempre me imaginaba a mi mismo haciéndolo algún día, pero luego aparecía ese miedo que retrasaba los planes indefinidamente.

La clave de todo esto fue sin duda responder sin pensar, y soy consciente de que dicho así suena a barbaridad, pero es que yo ya había pensado (y decidido) antes que quería dar charlas. Si lo hubiera pensado cuando tenía la oportunidad delante la decisión la tomaría mi amígdala, no yo. ¡Sería un secuestro emocional en toda regla! Piensa antes de que llegue el momento de actuar, y cuando llegue ese momento no pienses, ¡actúa!

No son pocas las personas a las que tengo que estar agradecido. En seguida se lo conté a todo el mundo para mejorar mi compromiso y recibí mucho apoyo y muchos consejos. Un millón de gracias a todos, y por supuesto a los asistentes del evento. El regalo más bonito que recibí ayer fueron esos 10 minutos de vuestro tiempo y vuestra atención. 

Revisa tus creencias, pero sobre todo aquellas que siempre han chocado con tus intereses ;)

Foto de cabecera: Zruda