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Si lo haces, ¡hazlo con ganas!

Creo que una de las cosas que tienen en común la mayoría de las personas a las que admiro y de las que intento aprender es la pasión. Incluso me atrevería a decir que más allá de la pasión, son las ganas. Y es que sea lo que sea lo siguiente que vayas a hacer, las ganas con que lo hagas determinarán en gran medida el resultado que obtengas.

Con esto no quiero decir que sólo con hacer las cosas con ganas te saldrá siempre todo bien. Nada más lejos de la realidad. Sin embargo la actitud es precursora de la aptitud, ya que por mucho que tengas alguna suerte de talento innato, este deberá ser desarrollado para poder alcanzar su nivel máximo de brillantez. Creo firmemente que la mediocridad no se alimenta de falta de talento, si no de falta de ganas.

Este es un comportamiento que llevo observando durante muchos años (en primera, por suerte cada día un poco menos, y en tercera persona), especialmente en el mundo laboral. Cualquier excusa es buena: no me pagan lo suficiente, no se me valora, me siento estancado… Ciertamente son situaciones que no sólo son reales, si no que además no se me ocurre nada más desmotivador. Sin embargo son situaciones que escapan a nuestro control, y por tanto no podemos permitir que sean ellas las que dirijan nuestros actos.

De aprendices y maestros a jefes y empleados

Creo que uno de los mayores problemas del mundo empresarial “moderno” es que hemos pasado de aprendices y maestros a jefes y empleados, pero se nos ha olvidado cambiar las reglas del juego.

Puede parecer lógico, al menos desde un punto de vista conservador, que un maestro tome las decisiones y un aprendiz acate las “órdenes”. Cuando hablamos de aprendiz y maestro todos tenemos clara la foto. Dos personas realizando el mismo, o casi el mismo trabajo, con la salvedad de que una tiene muchísima más experiencia y pericia que la otra. Y aunque creo que existe cierta predisposición, al talento se llega después de muchas horas de trabajo, así que no me parece mala forma de actuar.

El efecto ganador

A todos nos gusta ganar, ¿verdad? Además, los ganadores suelen ganar siempre (o casi siempre), y cuando existe un patrón suele tener una justificación detrás. ¿Por qué sucede esto?

Ya os comentaba ayer cuando hablábamos sobre dividir y vencer que el efecto ganador (winner effect) nos iba a ayudar, y aquí os dejo un vídeo de redes donde el psicólogo Ian Robertson nos cuenta en poco más de 15 minutos todo lo que necesitamos saber para sacarle partido.

Aunque el éxito también tiene su cara fea, ya que para bien o para mal actúa como una droga y puede llegar a intoxicar nuestro cerebro (intoxicación producida por un exceso de testosterona y dopamina). El poder corrompe, y la ciencia ya lo ha confirmado. Después de ver este vídeo entenderás porqué tu jefe se comporta a veces de manera tan egoísta o como pudo influir todo esto en la crisis de 2008, y sabrás que el éxito utiliza los mismos circuitos neuronales que el sexo y la cocaína (el circuito de recompensa dopaminérgico).