Seleccionar página

No seas esclavo de las herramientas

La creación y el uso de herramientas es algo que diferencia al ser humano de otros animales. Y, como no podía ser de otra manera, el abuso también. Si bien el uso de herramientas facilita nuestro día a día, también pone a nuestra disposición un sin fin de posibilidades que hace que en numerosas ocasiones vayamos mucho más lejos de lo que verdaderamente necesitamos.

Hace unos días estaba en casa con un buen amigo y me vino a la cabeza una historia que sabía que le iba a encantar. Él es bastante simple, austero. No le gusta malgastar recursos. Le prometí que la pondría por escrito, y no se debe faltar a las promesas.

Los indios leñadores

Durante una de sus aventuras un grupo de exploradores, equipados con la última tecnología, se encontraron con un poblado indio que todavía se podía permitir el lujo de vivir al margen de la sociedad moderna. Los exploradores llevaban un traductor y decidieron, con el permiso de la tribu, quedarse unos días en el poblado para observar sus costumbres.

Los indios son gente sencilla. Cada mañana, después de desayunar, se iban al bosque y dedicaban gran parte de la mañana a talar un árbol. El resto del día lo dedicaban a cazar y por la noche cocinaban las presas en una buena hoguera hecha con la leña del árbol que habían cortado. Hacían más cosas, pero era a estas dos a las que más tiempo dedicaban. Uno de los exploradores llevaba días observando esta rutina y decidió hablar con el jefe de la tribu:

El valor de las cosas

Después de darle muchas vueltas he decidido empezar el blog con una historia. Una bonita historia zen que espero os incite a la reflexión. Antes de empezar un cambio tenemos que situarnos. Muchos tienen claro el destino, pero si no conocemos el origen difícilmente podremos trazar nuestra ruta. Para dar el primer paso lo fundamental es saber dónde estamos, y no dónde queremos llegar. Igual que para encontrarse hay que perderse, no buscarse ;)

No me entretengo más, os dejo ya con la historia, ¡espero que la disfrutéis!

El valor de las cosas

Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más? El maestro, sin mirarlo, le dijo:

-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después… -y haciendo una pausa agregó- Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

-Eh… encantado, maestro -titubeó el joven- pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.