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Solo hace falta una salida

Cuando escuché esta historia en el VI Congreso de Mentes Brillantes organizado por El Ser Creativo me hizo reflexionar: primero por el tipo de experimento, probablemente desagradable para los amantes de los animales, y segundo porque me sentí reflejado en las conclusiones del mismo. La ponente a la que ahora robo esta pequeña historia fue Rafi Santos, escritora de Levantarse y Luchar (libro que, por fin, acabo de empezar a leer hoy mismo) y presidenta del Instituto Español de Resiliencia (entre otras muchas cosas).

Todos y cada uno de nosotros, desde los más afortunados hasta los más cenizos, atravesamos a lo largo de la vida algunos episodios traumáticos. Y es algo que no podemos evitar. Ni debemos intentarlo. Tenemos que ser conscientes de que antes o después nos vamos a caer, sí o sí, así que quizá lo más apropiado no sea intentar que esto no suceda, si no aprender a levantarnos. Repito una vez más por si alguno no lo tiene claro: no lo dudes, algún día, te caerás.

La historia tiene origen en Munich. Una empresa farmaceútica hacía experimentos con ratones, a los que provocaban estrés para desarrollar su resiliencia. El experimento consistía en introducir ratones en una cubeta llena de agua y sin salida. Los ratones se ponía a nadar dando vueltas alrededor de la cubeta en busca de esa salida inexistente. Aproximadamente en la vuelta 50 los ratones se rendían, dejaban de nadar, y se hundían.

Si lo haces, ¡hazlo con ganas!

Creo que una de las cosas que tienen en común la mayoría de las personas a las que admiro y de las que intento aprender es la pasión. Incluso me atrevería a decir que más allá de la pasión, son las ganas. Y es que sea lo que sea lo siguiente que vayas a hacer, las ganas con que lo hagas determinarán en gran medida el resultado que obtengas.

Con esto no quiero decir que sólo con hacer las cosas con ganas te saldrá siempre todo bien. Nada más lejos de la realidad. Sin embargo la actitud es precursora de la aptitud, ya que por mucho que tengas alguna suerte de talento innato, este deberá ser desarrollado para poder alcanzar su nivel máximo de brillantez. Creo firmemente que la mediocridad no se alimenta de falta de talento, si no de falta de ganas.

Este es un comportamiento que llevo observando durante muchos años (en primera, por suerte cada día un poco menos, y en tercera persona), especialmente en el mundo laboral. Cualquier excusa es buena: no me pagan lo suficiente, no se me valora, me siento estancado… Ciertamente son situaciones que no sólo son reales, si no que además no se me ocurre nada más desmotivador. Sin embargo son situaciones que escapan a nuestro control, y por tanto no podemos permitir que sean ellas las que dirijan nuestros actos.

Exámenes… ¡a por ellos!

Hace pocos días hablaba con Lucía -la hija de 13 años de unos buenos amigos- sobre los exámenes y los nervios que la provocaban. Sinceramente creo que el sistema educativo actual está obsoleto y no saca a relucir el gran potencial de sus consumidores, los alumnos, pero este es otro tema. Después de una semana bastante activa y con poco tiempo para la lectura había decidido relajarme un rato en el sofá y ponerle remedio, pero a las pocas páginas se me pasó una idea por la cabeza: ¿seré capaz de escribir algo que ayude a Lucia y otros alumnos a mejorar su rendimiento en los exámenes? Aunque tenía muchas ganas de seguir leyendo interrumpí la lectura y empecé a escribir, ¡tenía que intentarlo!

Ha llegado la hora y de nada sirve lamentarse por no haber estudiado más. Se han repartido las cartas y la partida ya ha empezado. No hay más descartes. No va más. El objetivo es hacer la mejor jugada posible con las cartas que tenemos. ¿Cómo lo conseguimos? Queridos niños, adolescentes, jóvenes universitarios y demás alumnos, aquí os dejo algunos consejos ¡Espero que os sirvan!

Motivación y pensamiento positivo

Tenemos que eliminar de nuestra cabeza cualquier pensamiento negativo. Voy a suspender, tenía que haber estudiado más, esto no me lo sé… todos estos pensamientos generan estrés y reducen nuestras capacidades cognitivas. Dicho de otra forma, nos hacen más tontos. Ha llegado el momento de asumir nuestra situación y sacarle el máximo partido, sea cual sea. Ya habrá tiempo para aprender a tener mejores cartas en la próxima partida.

Sonríe, salta, baila, confía en ti mismo, imagínate siendo capaz de hacerlo, piensa en cosas bonitas, dale un abrazo a un compañero que esté más nervioso que tú, aprieta fuerte los puños y levántalos como si acabaras de ganar una carrera, repítete una y mil veces que vas a hacerlo lo mejor que puedas, que estás preparado para sacar lo mejor de ti y visualiza el resultado que quieres obtener.

Los pensamientos positivos nos hacen más listos, así que si es necesario puedes hasta autoengañarte. Si si, eso que te dicen siempre de «no te engañes a ti mismo» está bien para otras situaciones, pero ahora no. No importa si es verdad o mentira, lo que importa es que llenes tu cabeza de pensamientos positivos para poner al cerebro en modo superhéroe.

Motivación y madurez

Mientras leía hace ya unos meses Los Secretos de la Motivación, de José Antonio Marina (uno de mis últimos descubrimientos y que ha pasado a formar parte de mis autores españoles favoritos), se me pasó en más de una ocasión por la cabeza la idea de que la motivación tiene diferentes grados de madurez. Si no recuerdo mal en el libro José Antonio hablaba de cuatro tipos de motivación, y mirando un poco hacia mis adentros descubrí la siguiente correlación. Ya me contaréis si os encaja ;)

La motivación hedonista. El placer. Todos conocemos este tipo de motivación, y creo sin duda que es la más fácil y temprana de todas. Es fácil tener ganas de hacer algo cuando ese algo nos retorna placer de forma inmediata. Un tipo de motivación muy potente, pero también muy peligrosa para el ser humano del siglo XXI, ya que es demasiado cortoplacista y como hemos hablado en más de una ocasión, las reglas del juego han cambiado.
El ser social. La fama, el reconocimiento. Manadas, tribus, sociedades… está claro que somos seres sociales, y a medida que vamos madurando empezamos a sentir la necesidad de posicionarnos dentro de nuestro grupo, y nace entonces este segundo tipo de motivación: el reconocimiento social. Queremos que los demás reconozcan nuestra valía y eso nos motiva para desarrollar todo nuestro potencial, aunque en ocasiones también puede hacernos actuar de forma equivocada. Otro día hablamos sobre esta necesidad de apariencia en la que algunos se quedan anclados de por vida.

Sentirse capaz, sentirse útil. Si seguimos en la escala de maduración nos encontramos con este tercer tipo de motivación. Ya hemos aprendido que en ocasiones nuestros actos no pueden ser guiados solo por el placer, y hemos empezado a desarrollarnos para posicionarnos en nuestro grupo. Pero queremos más. Sentimos que falta algo. Necesitamos sentirnos capaces y sentirnos útiles. La sensación de autosuperación, de estar aportando algo al mundo, empieza a ser para algunos un buen arma para mantener la motivación necesaria para realizar algunas tareas, como por ejemplo la formación contínua de toda una vida. Por desgracia no todo el mundo alcanza este tercer nivel.

Liderazgo líquido

Siempre me ha gustado mucho el tema del liderazgo, concretamente el liderazgo emocional. Tanto, que lo considero uno de los pilares del éxito en los proyectos. Sin embargo, después de leer varios libros y de varios años de experiencia siendo liderado y, en ocasiones, liderando varios proyectos, creo que en los equipos pequeños y auto-gestionados se puede aplicar un estilo de liderazgo diferente. Algo a lo que después de varias semanas de reflexión he decidido llamar liderazgo líquido

Creo que una imagen vale más que mil palabras y por eso la foto de la cabecera ilustra perfectamente este concepto. ¿Habéis visto alguna vez una prueba de ciclismo de pista por equipos? No soy ningún experto en ciclismo pero cada vez que veo (normalmente por azar) una de estas pruebas se me ponen los pelos de punta. Trabajo en equipo en estado puro por un lado, y liderazgo líquido por otro. Todos y cada uno de los miembros del equipo son líderes y liderados durante el transcurso de la prueba.

¿Y si aplicamos esto a las empresas? Recuerdo haber hecho cosas similares (sin ser consciente de ello) y la verdad es que el resultado es increíble. Hay momentos en los que un miembro del equipo, bien por que tiene el estado de ánimo adecuado o porque es el que más conocimiento tiene sobre una fase del proyecto concreta, se pone el primero de la fila y tira de todos los demás. Cuando esta persona flojea o cuando salimos de su zona de máximo rendimiento otro coge el relevo y así hasta el final del proyecto.