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¡Atrévete!

Tenemos que atrevernos más. Tenemos que enamorarnos de la incertidumbre y casarnos con la confianza. El objetivo del ser humano como especie es la supervivencia, pero como individuos de una sociedad avanzada como la nuestra tenemos otros objetivos muy diferentes. Busca lo que de sentido a tu vida y agárrate a ello como si de tu vida misma se tratase. Al fin y al cabo, al menos en teoría, solo se vive una vez. ¡Atrévete!
Atrévete a intentarlo.
Si quieres algo tienes que atreverte. Perdemos oportunidades a diario por no atrevernos, pero nuestro cerebro es tan «listo» que ha aprendido a defenderse de la ansiedad que puede generar una afirmación así distorsionando la realidad y/o desviando nuestra atención hacía sitios «menos dañinos». No vemos lo que nos hace daño hasta que resulta demasiado evidente, un mecanismo de defensa cortoplacista más que no está adaptado todavía al ritmo de vida actual. A todos se nos pasan millones de ideas por la cabeza pero pocas veces conseguimos reunir las fuerzas necesarias para ponerlas en marcha. ¿Cuál es el motivo?

Atrévete a fallar.
Todos lo hacemos, todos fallamos en incontables ocasiones. Y aunque muy pocos de esos «errores» sean realmente críticos, la trascendencia que les otorgamos cuando todavía no han sucedido es tan grande que casi siempre nos paraliza. Fallar es bueno, y si bien no es necesario desde un punto de vista meramente teórico, es evidentemente real en lo práctico. Deja de ver los fallos como algo malo y empieza a verlos como una ayuda para conseguir lo que te propongas. Atrévete, equivócate, y disfruta haciéndolo. Pero para hacer realidad un sueño hace falta algo más.

¿Qué hay después del miedo?

Recuerdo que cuando era niño leí una reflexión de Isaac Asimov en su libro «100 preguntas básicas sobre la ciencia» que cambió mi forma de pensar. Hablaba sobre si había algo más allá del universo a través de una historia, que en mi memoria se grabó así: Si una hormiga nace en mitad de Estados Unidos y camina en la misma dirección todos y cada uno de los días de su vida, y preguntamos a esa hormiga ¿qué hay más allá de la tierra? el día antes de morir, esta respondería -no tierra-.

Digamos que si no imposible, sería altamente improbable que la hormiga hubiera respondido -el mar, ¡está claro!-. Y es que no podemos saber que hay más allá de lo que conocemos. Sin embargo, el camino hacia dicho conocimiento es en ocasiones tan sencillo como ir, y descubrirlo.