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¿Quién quieres ser?

¿Cuándo fue la última vez que te hiciste esta pregunta?. Es más, ¿te la has hecho alguna vez?. A día de hoy es una pregunta que me hago a menudo pero no siempre ha sido así. Incluso me atrevería a decir que la primera vez que me la hice ni siquiera encontré respuesta. Ni me di cuenta de lo peligroso que podría llegar a ser no tenerla. Pero fíjate bien en la pregunta: he dicho quién quieres ser, no qué quieres ser.

A menudo escucho a mi alrededor a gente hablando sobre su futuro: de qué les gustaría trabajar, qué tipo de casa querrían tener, dónde les gustaría ir de vacaciones… Sin embargo casi nunca escucho a nadie decir cosas como «en el futuro me gustaría ser más amable» o un sencillo «debería sonreír más». Invertimos demasiado tiempo en lo material y dejamos muy poquito para lo personal, y creo sinceramente que es un gran error. Aunque también soy consciente que es eso lo que nos venden a todas horas y es fácil caer en la tentación.

Tenemos la capacidad de cambiar, de transformarnos. Podemos convertirnos en quien queramos ser; pero no lo hacemos. Estamos demasiado ocupados consiguiendo ese trabajo o ahorrando para las vacaciones. Ya nos lo adelantó Santiago Ramón y Cajal cuando decía que «si se lo propone, cualquier hombre puede ser escultor de su propio cerebro». Y me atrevo a continuarla con un «y de su propio cuerpo». Si, podemos transformar nuestro cerebro y nuestro cuerpo. Pero eso no es lo más importante. «Si se lo propone, cualquier hombre puede…», esa es de verdad la clave de esta gran frase. Podríamos construir muchas más frases que empezaran así y todas serían perfectamente válidas. Sé que alguna vez te has propuesto algo y lo has conseguido. No tengo que explicarte como funciona, sé que lo has sentido en tus propias carnes. Y te ha gustado. Te ha hecho feliz.

No digo que no sea importante conseguir el trabajo de tus sueños o hacer ese viaje que tanto te gusta. ¡Es importantísimo!. Pero en mi humilde opinión es muy difícil conseguir cosas cuando ni siquiera sabemos quién somos; o peor todavía, quién queremos ser. Volvamos a la pregunta mágica, ¿quién quieres ser?. De verdad, te prometo que puedes convertirte en la persona que quieras. Bueno, casi. Si mides un metro y medio y te gustaría medir dos metros no voy a poder ayudarte. Nadie podrá hacerlo. Pero si quieres ser más amable si. Y se que puedes conseguirlo porque yo lo he hecho, y no me considero nadie especial. No más que tú.

Creo que ya lo he comentado alguna vez por aquí pero de pequeño era muy tímido y tenía muchos miedos. En el fondo creo que la timidez solo era el fruto de algunos de esos miedos. Fue pasando el tiempo y, lejos de cambiar, empecé a asumir que era así, que me había tocado ser así, y adapte mi vida a ello. No me gustaba pero pensaba que me había tocado ser así, y que no se podía «luchar contra los elementos». Que equivocado estaba. En uno de los libros que cayeron en mis manos (lo siento pero no recuerdo cuál fue) leí por primera vez algo que llamó mucho mi atención: la neuroplasticidad o plasticidad cerebral. Resulta que, al contrario de lo que se pensaba hace unos años, el cerebro está preparado para cambiar. ¡Y yo sin saberlo!. Osea que si me propongo cambiar algo de mi que no me gusta, tan solo tengo que dejar de hacerlo y en su lugar hacer lo que si me gustaría, y repetirlo muchas veces. Entonces el cerebro poco a poco irá modificando sus patrones de pensamiento y me empezará a sugerir que me comporte como sí me quiero comportar y no como quiero dejar de hacerlo. ¿No te parece increíble?. A mi si me lo pareció. Tanto, que tuve que ponerlo en práctica para creérmelo del todo.

¿Cuánto son 2 más 2?

No nos enseñan a pensar, nos enseñar a responder. A solucionar problemas. Bien, pero, ¿qué preguntas?, ¿qué problemas?. Veamos un ejemplo que se me quedó grabado a fuego en el cerebro la primera vez que lo escuché.

¿Cuánto son 2 más 2? Está claro que todo el mundo es capaz de responder a esta pregunta sin realizar ningún esfuerzo cognitivo. Y tiene su utilidad, no puedo negarlo. Sin embargo creo que se queda corta. Pensemos por un momento en esta otra pregunta, casi igual, pero que para mi representa muy bien como debería ser la educación. ¿Cómo podemos conseguir un 4? Podemos sumar 2 más 2, restarle 1 a 5, dividir 8 entre 2… ¡hay infinitas respuestas! Y cada cual más simple o más compleja, ya que también podríamos haber respondido raíz cuarta de 16 ó 23.477.416 entre 5.869.354. Incluso operaciones de varias lineas llenas de símbolos raros de esos que utilizan los matemáticos. Y todas y cada una de las respuestas son igual de válidas.

Cambiaré cuando…

Se acerca el inicio de un nuevo año y como siempre mucha gente hará una lista de buenos propósitos. Este año voy a hacer más deporte, voy a comer mejor… ¿Por qué esperar? Si de verdad quieres cambiar algo, ¡hazlo ya! Y lo que es peor, y un poco más doloroso, ¿qué sucedió con los buenos propósitos del año pasado?

Y es que empezamos mal desde el principio. Solemos seguir el siguiente patrón, «cambiaré cuando…». En cuanto empiece el año me apunto al gimnasio, cuando tenga más tiempo libre leeré más, a partir del lunes dejo de fumar, les trataré de otra forma cuando ellos cambien… hay un millón de ejemplos. Y estaréis conmigo en que no es un patrón del que podamos obtener muy buenos resultados, ¿verdad? Sin embargo, lo que si nos da es una gran cantidad de excusas para evitar sentirnos mal con nosotros mismos.

Las personas solo cambiamos de verdad cuando nos damos cuenta de las consecuencias de no hacerlo
Mario Alonso Puig

Problemas al generar nuevos hábitos

A nuestro querido cerebro le gustan los hábitos. Energéticamente hablando son bastante baratos y ya sabemos que nuestro cerebro es un gran ahorrador. El problema es que generar nuevos hábitos implica un cambio, y los cambios no le gustan tanto. Ni son tan baratos.

Todavía estamos lejos de empezar un nuevo año y hacer todos esos planes y promesas que harán que nuestra vida mejore. ¡Año nuevo vida nueva! Sin embargo estoy seguro que muchos de esos planes del año pasado hace ya tiempo que cayeron en el olvido. ¿Por qué nos pasa esto? ¿Qué hace tan difícil generar un nuevo hábito? Seguro que hay más, pero aquí os dejo una lista de algunos obstáculos con los que nos solemos encontrar a la hora de generar un nuevo hábito.

Pérdida de motivación

Empezar un nuevo hábito es bastante sencillo. ¡Estamos motivadísimos! La idea de cambiar y ser mejores nos gusta tanto que nos da la fuerza necesaria para empezar una nueva dieta, un plan de entrenamiento o dejar de fumar. El problema es que a los pocos días de empezar esa motivación se va viniendo abajo. La realidad supera la ficción y no es tan bonita como habíamos imaginado, así que abandonamos antes de poder obtener la recompensa.

El cuarto de segundo mágico del secuestro emocional

Quizá todavía no hayáis escuchado el término «secuestro emocional» (si me conoces seguro que sí), pero todos hemos sido secuestrados muchas veces. ¡Algunos incluso varias veces al día! En las situaciones críticas la amígdala (llamémosla cerebro emocional o primitivo) toma el control sobre el neocórtex (cerebro racional, moderno, evolucionado), lo que significa que perdemos la capacidad de razonar y actuamos por instinto. Y este instinto no es más que una serie de respuestas automáticas que en algún momento de nuestras vidas aprendimos, y que ahora repetimos sin juicio alguno.

El problema es que suele ser en la infancia donde se establecen todas estas respuestas automáticas y, espero que estéis todos de acuerdo conmigo, sin duda no es la mejor edad para decidir cómo vamos a comportarnos el resto de nuestras vidas. Pensar por un momento en la típica discusión de enamorados. Son como niños, ¿verdad? ¿Y cuándo el jefe explota? Comportamiento infantil, irracional… ¿lo vas pillando? ;)

Lo que en su momento fue un mecanismo perfectamente válido para la supervivencia del ser humano -salir corriendo ante un peligro es tan válido para un niño como para un adulto- deja de tener sentido en la vida actual. Hace mucho que salimos de las cavernas pero nuestro cerebro no evoluciona tan deprisa.