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Voy a ver si consigo que os sintáis reflejados y luego empezamos a hablar. ¿Sabéis esas cosas que se nos pasan por la cabeza? Me apetece picar algo, voy a ver una peli, como me gusta estar con esa persona y que poco me gusta estar con esa otra, estaría bien leer un buen libro, creo que tomaré un café… ¿De dónde vienen esas ideas? ¿Qué hacemos con ellas?

Según los últimos descubrimientos la inteligencia tiene una arquitectura de dos niveles. Por un lado tenemos la inteligencia generadora encargada de captar, elaborar y almacenar la información. Esta inteligencia está en la zona de no consciencia e incluye a los sistemas cognitivo, motor y afectivo. Por mecanismos todavía poco conocidos parte de esta información pasa a lo que se denomina inteligencia ejecutiva donde seleccionamos, bloqueamos o ejecutamos las propuestas que nos hace la inteligencia generadora.

Es decir, que si bien no somos del todo dueños de nuestros pensamientos la evolución nos ha permitido, gracias a la evolución de la arquitectura de la inteligencia hacia ese segundo nivel, que tengamos la capacidad de decidir. Sin embargo, aunque nos gusta tener la sensación de decidir, no nos gusta hacerlo. Tomar decisiones implica renunciar a cosas, arriesgarse, y la posibilidad de perder. Y por si no fuera suficiente, durante los últimos años se han diseñado millones de estímulos para confundirnos y manipularnos en nuestra toma de decisiones.

Si ponemos un plato de 50€ en la carta de un restaurante a casi todo el mundo le parecerá demasiado caro. Sin embargo, si ponemos al lado un plato de 35€ veremos este segundo plato como la mejor opción, sin plantearnos si quiera el valor real del plato. Y así se aseguran en los restaurantes qué platos vamos a pedir, al igual que las cadenas de supermercados potencian la venta de determinadas marcas en función de su colocación en las estanterías y millones de ejemplos más. Es marketing, es control de masas, y eso resulta demasiado interesante como para dejarlo a un lado.

Lo bueno es que si lo conocemos podemos utilizarlo en nuestro beneficio. Y no me refiero a utilizarlo para manipular a otros, si no más bien para aprender a no dejarnos manipular (o al menos no tan fácilmente) y mejorar nuestros procesos de toma de decisiones. Tenemos que adueñarnos de nuestra inteligencia ejecutiva y educar a la generadora. Adueñarnos significa frenar un poco el ritmo y analizar las cosas que se nos pasan por la cabeza, y decidir si bloquearlas o ejecutarlas. Y con estas decisiones empezaremos a educar a nuestra inteligencia generadora.

Si dices que no 10 veces ante la «idea» de echar la bronca a alguien porque algo ha salido mal (cosa que no suele solucionar nada) y dices que si otras 10 a la «idea» de intentar descubrir por qué ha salido mal y corregirlo entre todos, tu inteligencia generadora aprende una bonita lección acerca de como quieres comportarte y te sugerirá más a menudo el segundo tipo de comportamiento. Incluso puede llegar a desaparecer el primero. Recordar que hemos hablado muchas veces ya sobre la neuroplasticidad.

Te invito a que te cuestiones las cosas de forma diferente a partir de ahora. La próxima vez que se te pase algo por la cabeza no actúes inmediatamente. Obsérvalo, analízalo y decide que quieres hacer con ese pensamiento. Puedes anularlo por completo y decirle a tu inconsciente que te siga dando más ideas, o ejecutarlo y ver que pasa. En cualquier caso que la decisión sea de forma consciente, ya que es la única oportunidad que tenemos de decidir algo ;)

¿Te atreves a empezar a decidir?

P.S. La foto que encabeza el post la he cogido prestada del blog del gran José Antonio Marina, al que he conocido hace poco y del que espero poder aprender mucho leyendo sus publicaciones. Podéis leer un artículo donde él mismo habla sobre todo esto mucho más en profundidad aquí: la educación del inconsciente