Seleccionar página

¿En qué te gustaría trabajar?

Permíteme que empiece con una pregunta que quizá te incomode, ¿por qué no lo estás haciendo ya?

Creo que el problema está en la pregunta, concretamente en la última palabra: trabajar. Mucha gente no está trabajando en lo que quiere porque no sabe cómo ganar dinero haciéndolo. O no el suficiente. ¿Qué sucedería si cambiamos esa última palabra? Por ejemplo, déjame que te pregunte ¿qué te gustaría ser? Empieza a ser más fácil, ¿verdad? Pero si hay una reflexión que tengo grabada a fuego en la cabeza es la siguiente: «la gente es lo que hace, lo que dice es lo que le gustaría ser», así que haré un último cambio y empezamos: ¿qué te gustaría hacer?

Así a lo tonto, cambiando un par de veces una sola palabra, hemos cambiado radicalmente nuestras posibilidades sobre nuestro objetivo. ¿No te lo crees? Tenemos un concepto curioso -y bastante alejado de la ciencia- sobre el trabajo. Según la wikipédia, «en mecánica clásica, se dice que una fuerza realiza trabajo cuando altera el estado de movimiento de un cuerpo». Yo no veo por ningún lado que el cuerpo le pague ningún dinero a la fuerza, ¿y tú?

El problema es que hemos creado un vínculo demasiado fuerte entre trabajar y ganar dinero cuando, en mi humilde opinión, este vínculo no es tan fuerte. O al menos no existe una correlación directa. Si bien son dos elementos que siempre van acompañados, no siempre que trabajamos más ganamos más dinero. No ganamos más dinero cuando trabajamos más, ganamos más dinero cuando trabajamos mejor, y para eso hace falta experiencia, práctica, aprendizaje, y nada de esto es posible sin pasar a la acción.

¡Aduéñate de tu tiempo!

Si hay algo de lo que nos tenemos que adueñar es de nuestro tiempo. ¡Es nuestra posesión más importante! Lloro cuando oigo cosas como «aquí, matando el tiempo». ¿Matando el tiempo? ¿En serio? ¡Regálamelo a mí! No digo que tengamos que estar todo el día haciendo cosas, digo que tenemos que adueñarnos de nuestro tiempo. Si queremos descansar, ¡hagámoslo! Pero no perdamos el tiempo.

Si existe una pérdida irremplazable, sin duda es la pérdida tiempo.

Los que me conocéis bien sabéis que tengo una costumbre algo diferente a la hora de ponerme las alarmas del móvil (para despertarme, para tomarme mis pastillas…). Me gusta utilizar horas raras. Por ejemplo, ahora mismo mi despertador suena cada mañana a las 8:24 y me recuerda a las 21:32 que ya debería haberme tomado mis pastillas. ¿Queréis saber por qué lo hago?

¿Tomas decisiones?

Voy a ver si consigo que os sintáis reflejados y luego empezamos a hablar. ¿Sabéis esas cosas que se nos pasan por la cabeza? Me apetece picar algo, voy a ver una peli, como me gusta estar con esa persona y que poco me gusta estar con esa otra, estaría bien leer un buen libro, creo que tomaré un café… ¿De dónde vienen esas ideas? ¿Qué hacemos con ellas?

Según los últimos descubrimientos la inteligencia tiene una arquitectura de dos niveles. Por un lado tenemos la inteligencia generadora encargada de captar, elaborar y almacenar la información. Esta inteligencia está en la zona de no consciencia e incluye a los sistemas cognitivo, motor y afectivo. Por mecanismos todavía poco conocidos parte de esta información pasa a lo que se denomina inteligencia ejecutiva donde seleccionamos, bloqueamos o ejecutamos las propuestas que nos hace la inteligencia generadora.

¿Qué hay después del miedo?

Recuerdo que cuando era niño leí una reflexión de Isaac Asimov en su libro «100 preguntas básicas sobre la ciencia» que cambió mi forma de pensar. Hablaba sobre si había algo más allá del universo a través de una historia, que en mi memoria se grabó así: Si una hormiga nace en mitad de Estados Unidos y camina en la misma dirección todos y cada uno de los días de su vida, y preguntamos a esa hormiga ¿qué hay más allá de la tierra? el día antes de morir, esta respondería -no tierra-.

Digamos que si no imposible, sería altamente improbable que la hormiga hubiera respondido -el mar, ¡está claro!-. Y es que no podemos saber que hay más allá de lo que conocemos. Sin embargo, el camino hacia dicho conocimiento es en ocasiones tan sencillo como ir, y descubrirlo.

¡Enhorabuena María!

Hace unos meses recibí una llamada de María, una buena amiga y antigua compañera de trabajo.

– Dani, ¡quiero que seas mi coach! He estado echando un vistazo y he llamado a varios pero no me convence ninguno, quiero que seas tú. Empezaríamos después del verano.
– ¡Muchas gracias María! Sabes que todavía no he empezado a ejercer de coach en serio, ¿verdad? Déjame que me lo piense y te digo algo.

Aunque llevaba ya varios años haciendo «coaching» con algunas personas de mi entorno, lo pongo entre comillas porque no era nada formal. Conversaciones, consejos y alguna inyección de motivación, pero sin ningún tipo de compromiso por ninguna de las partes. Y justo en el momento que empezaba a plantearme el gran salto recibo esa llamada. No creo en señales divinas pero me fío mucho de mi intuición, y no solo tenía unas ganas terribles de empezar, si no que además «sabía» que iba a salir bien.