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La creación y el uso de herramientas es algo que diferencia al ser humano de otros animales. Y, como no podía ser de otra manera, el abuso también.  Si bien el uso de herramientas facilita nuestro día a día, también pone a nuestra disposición un sin fin de posibilidades que hace que en numerosas ocasiones vayamos mucho más lejos de lo que verdaderamente necesitamos.

Hace unos días estaba en casa con un buen amigo y me vino a la cabeza una historia que sabía que le iba a encantar. Él es bastante simple, austero. No le gusta malgastar recursos. Le prometí que la pondría por escrito, y no se debe faltar a las promesas.

Los indios leñadores

Durante una de sus aventuras un grupo de exploradores, equipados con la última tecnología, se encontraron con un poblado indio que todavía se podía permitir el lujo de vivir al margen de la sociedad moderna. Los exploradores llevaban un traductor y decidieron, con el permiso de la tribu, quedarse unos días en el poblado para observar sus costumbres.

Los indios son gente sencilla. Cada mañana, después de desayunar, se iban al bosque y dedicaban gran parte de la mañana a talar un árbol. El resto del día lo dedicaban a cazar y por la noche cocinaban las presas en una buena hoguera hecha con la leña del árbol que habían cortado. Hacían más cosas, pero era a estas dos a las que más tiempo dedicaban. Uno de los exploradores llevaba días observando esta rutina y decidió hablar con el jefe de la tribu:

– Jefe, he visto que todas las mañanas un grupo de indios se adentra en el bosque para talar un árbol. Nos habéis acogido tan bien que quiero hacer un regalo a la tribu. Esto es una sierra eléctrica, y con ella podéis talar varios árboles en una sola mañana y así tendréis más tiempo para cazar más. Ha llegado el momento de seguir con nuestra aventura, aquí les dejo el regalo, ¡ya verán que diferencia!
– Gracias. Lo probaremos (eran tan sencillos que ni siquiera malgastaban palabras)

Los exploradores siguieron con sus aventuras pero el destino hizo que, meses después, volvieran a encontrarse. Ellos esperaban ver un gran cambio. Como podían talar varios árboles en una sola mañana, podrían dedicar más tiempo a cazar. Y con la comida asegurada y un buen excedente de madera seguro que ya habían empezado a construir unas bonitas chabolas. Y quizá también mejores ropajes, hechos con las pieles de todos los animales que podían cazar ahora. 

Sin embargo al llegar al poblado vieron que todo seguía igual. Se sintieron tan sorprendidos como decepcionados, y fueron a hablar directamente con el jefe de la tribu. 

– Jefe, ¿qué tal con la sierra eléctrica que les regalamos? ¿funciona bien?
– Si
– Entonces… no entiendo nada. ¿Dónde están todos los árboles talados?
– Querido amigo, te agradecemos mucho tu regalo. Antes tardábamos varias horas en talar un solo árbol, y ahora podemos hacer ese mismo trabajo en menos de una hora. Pero eso no significa que tengamos que talar más árboles.
– ¡Cómo que no! Pero entonces, ¿qué hacéis con todo el tiempo que os sobra?
– Descansar, jugar con los más pequeños de la tribu. Educarles mejor. Y también cuidamos mejor de nuestros mayores. Gracias a vosotros podemos disfrutar de ese tiempo extra. Si taláramos más árboles perderíamos todo ese tiempo en algo que no necesitamos.
– Ya veo… gracias, nunca lo había visto así. ¡Lo tendré en cuenta a partir de ahora!

No podemos negar el progreso. Somos constructores y mejoradores de cosas, está en nuestra naturaleza. Sin embargo, no podemos ser esclavos del progreso. Tenemos que ser eficaces y eficientes, pero eso no significa hacer más. Significa hacerlo mejor. No es muy inteligente abusar de una posibilidad que no responde a una necesidad. Quizá no seamos tan inteligentes…

Hazte un favor y ¡no seas esclavo de las herramientas!