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Regresión a la media

No sé mucho de política pero como ya sabéis me encanta el comportamiento humano, y quería aprovechar lo sucedido ayer en las elecciones del 26J para hacer un par de comentarios sobre algunos temas que siempre han llamado mi atención.

Lo primero es que tenemos un concepto un poco equivocado sobre la democracia. La defendemos cuando existe la oportunidad, pero cuando el resultado es contrario a nuestras opiniones entonces la criticamos. Y es que no queremos vivir en democracia. Lo que verdaderamente queremos es que el resto del mundo piense como nosotros. Y entonces si, entonces democracia.

Está claro que salvo que exista algún tipo de irregularidad, cuando todo el mundo es libre de ejercer su derecho al voto el resultado es tan solo un fiel reflejo de la suma de los intereses generales. Uno a uno. Y si no nos gustan los resultados obviamente es que pensamos diferente a la mayoría. Y eso no es ni mejor ni peor, ni más ni menos acertado. Es democracia. Y punto.

Sinceramente no soy capaz de imaginar un buen sistema de toma de decisiones a nivel grupal. La democracia puede parecer justa, pero no es ni de lejos lo más inteligente. ¿No sería mejor que sólo los entendidos decidieran sobre algunos temas? Pudiera ser, aunque solo en un contexto teórico. Las dictaduras no funcionan bien en el mundo real.

Queridas opiniones

Dicen que la verdad duele, pero se les olvida decir que duele sólo cuando esa supuesta verdad choca con la nuestra intentando llevársela por delante. Si la supuesta verdad coincide con nuestra forma de ver el mundo entonces, lejos de hacernos daño, nos arrancará una sonrisa y nos hará sentir bien. El dolor no tiene nada que ver con la veracidad de las cosas, si no que más bien depende de lo alineadas que estén dichas cosas con nuestros principios, con nuestra forma de ver el mundo. En definitiva, con nuestros pensamientos.

Este fin de semana pude comprobar todo esto una vez más. Fuimos a comer a un restaurante y la verdad es que salimos bastante decepcionados. No quiero entrar en detalles pero al terminar, cuando el camarero que nos atendía vio que pedíamos la cuenta sin pedir postres ni café (habíamos decidido hacerlo en otro sitio), nos preguntó si habíamos comido bien. La respuesta fue un amable silencio que terminó con un «…pues la verdad es que no».

Nos pidió que le dijéramos los motivos porque así podrían mejorar y aprender, y así lo hicimos. Y empezó la confrontación. Yo ya me la esperaba ya que, obviamente, estábamos «atacando» sus principios y estaba seguro que nuestra verdad iba a diferir de la suya. En el mismo momento en que las opiniones se enfrentaron pude ver una vez más como se desvanecía el «quiero aprender» y salía a flote el «necesito defenderme».

Después de enumerar algunas cosas que no nos habían gustado, como por ejemplo que el restaurante fuera un asador y toda la comida de asador estuviera fuera de carta, que no tuvieran agua fría, que llegaran los segundos antes de servirnos todos los primeros (que tuvimos que cancelar), que la carne estuviera seca y un par de cosas más, la respuesta del camarero tardó menos de un segundo en aparecer y fue la siguiente: -pues yo no veo nada en los platos, tan malo no estaría si no han dejado nada-

Típicos tópicos del mundo laboral – Para lo que me pagan…

Para lo que me pagan, ¡yo paso!

Esta es para mi, sin duda, la frase estrella. La que más veces he escuchado y la que más rabia me da. Es cierto que al principio (y en ocasiones durante toda nuestra vida) no se nos paga demasiado bien. Pero aunque el tema de los salarios en España sea un poco de risa, parte de la culpa la tenemos nosotros. Hay gente que sí consigue tener un salario bastante digno así que no digo que sea fácil, pero imposible no es.

Tal y como yo lo veo, -y así lo he hecho durante toda mi carrera profesional y la verdad es que no puedo quejarme del resultado-, si pensamos que nos pagan poco y después de negociar una subida no la conseguimos, tenemos principalmente dos opciones: conformarnos y quedarnos allí, o buscar otro trabajo en el que nos paguen mejor. Y esta última suele ser la opción acertada, aunque quizá nos interese quedarnos porque estamos aprendiendo mucho o porque nos permita otra serie de cosas que sean importantes para nosotros, como por ejemplo disponer de más tiempo libre (el dinero no los es todo, pero cuando empiezas sé que es algo muy importante).

El problema viene cuando decidimos quedarnos y no tenemos un buen motivo, ya que lo más probable es que empecemos a quejarnos. Todo el día. A todas horas. De todo. Estamos enfadados y eso hace que solo veamos la parte negativa, cosa que nos machaca por dentro. Y también machaca bastante a nuestros compañeros. Además, es bastante probable que nuestro rendimiento empiece a empeorar, que dejemos de aprender, que dejemos de esforzarnos. Y los más perjudicados seremos nosotros mismos.

Cuanto más tiempo pasemos en esa situación menos posibilidades tenemos de que nos suban el sueldo, y menos posibilidades tenemos también de que nos contrate otra empresa y nos pague una pasta. Nadie quiere un empleado con bajo rendimiento y que no hace más que quejarse…

Típicos tópicos del mundo laboral – ¡Eso no es cosa mía!

Yo paso de hacer eso, ¡eso no es cosa mía!

Creo que con tanto título, rol, competencia, puesto de trabajo o como le queramos llamar, se nos ha ido de las manos. Y además hemos creado unas estructuras jerárquicas gigantes que, lejos de facilitar el trabajo, lo entorpecen. Y lo hacen porque hemos separado tanto las responsabilidades que, en la mayoría de los casos, hay tareas que no se sabe demasiado bien a quién corresponden. Tareas que quedan en tierra de nadie y que muchas veces, aún siendo necesarias, se quedan sin hacer.

A día de hoy hay muy pocas personas que sean capaces de generar valor por si solas. Vivimos en un mundo acelerado que no para de cambiar. Cada día salen nuevos productos, nuevas tecnologías, nuevas herramientas, nuevas metodologías… Y los intereses de negocio van de un sitio a otro sin parar. Lo que hace 6 meses era lo más importante del mundo hoy le da igual a todos porque ha pasado de moda y «ya no vende». Por eso, y sobre todo en el mundo empresarial, el trabajo en equipo se hace cada vez más necesario. El problema es que, tal y como yo lo veo, muy pocas veces trabajamos en equipo.

Trabajar juntos, en grupo, no es ni de lejos trabajar en equipo.

Para trabajar bien en equipo lo primero que tiene que suceder es que exista un único objetivo, un objetivo común. Un objetivo de equipo. Y todas las personas que pertenezcan a el deben dejar a un lado sus intereses personales por el bien de ese interés común. Cuando trabajamos en equipo no hay cosas de nadie. Y me diréis, ¿y si alguien no hace su trabajo? ¿por qué tengo que hacerlo yo? ¡No es justo!

Típicos tópicos del mundo laboral – ¡A mi que me formen!

Yo paso de estudiar en casa, si quieren que aprenda algo nuevo, ¡que me den un curso!

¿Cuántas veces habéis escuchado esta frase? Si lleváis unos años trabajando, estoy seguro que muchas. Si acabáis de empezar os prometo que no tardaréis demasiado en escucharla por primer vez. Y no digo que no tenga parte de razón. Es cierto que las empresas deberían tener buenos programas de formación. Y hay una pequeña historia que me encanta contar cuando se habla sobre formación en el mundo empresarial.

Un día estaban hablando el CEO (Director Ejecutivo) y el CFO (Director Financiero) de una gran empresa sobre el plan de formación del año siguiente. El CFO defendía que no podían pagarles cursos tan caros a los empleados. – ¿Qué pasa si después de pagarles esos cursos, se van? – El CEO le miró, y al más puro estilo gallego le respondió con otra pregunta. – ¿Y qué crees que pasará si no les formamos, y se quedan?

Mejor ni responder, ¿verdad?. La formación es necesaria. Desde el primer día que empiezas a trabajar, hasta el último. Y es cierto que una buena empresa debería ser la primera interesada en tener trabajadores bien formados. El siglo pasado era diferente, las cosas iban a otro ritmo y era relativamente sencillo «vivir de las rentas». Pero a día de hoy, el que no aprende de forma continua se queda atrás. Y además, lo hace muy rápido.