Amable es una palabra preciosa. Sin embargo, creo que ha sido injustamente empobrecida en su uso cotidiano. Veamos que opina la RAE de esto:
amable.
1. adj. Digno de ser amado.
2. adj. Afable, complaciente, afectuoso.
Como decía, creo que utilizamos más a menudo la segunda acepción de la palabra. Y no está nada mal, pero el motivo por el que empezaba diciendo que amable es una palabra preciosa es la primera acepción: digno de ser amado. Nadie en su sano juicio querría no ser amado, y por tanto nadie en su sano juicio puede querer no ser amable. El problema lo encontramos entonces a la hora de poner esto en práctica.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. A pesar de mi agnosticismo no puedo evitar pensar en esta cita bíblica cuando reflexiono sobre estos temas. Un bonito envoltorio que esconde un arma de doble filo, y es que para que esta cita tenga sentido, tenemos que empezar por amarnos a nosotros mismos. Por desgracia creo que mucha gente ama a su prójimo como a si mismo: poco.
¡Quiérete más! Si, ya lo sé, no es tan sencillo. Tenemos que merecerlo, tenemos que ganárnoslo. Aunque caemos con frecuencia en el autoengaño cuando nos ponemos a pensar, nuestras emociones rara vez mienten. No sabemos (o no queremos) responder a preguntas como ¿qué estaré haciendo mal?, y sin embargo a veces nos sentimos como si se pudiera escribir un libro con las respuestas…
Tenemos que acortar distancias entre lo que nos gustaría ser y lo que somos. Solo así nos sentiremos en paz con nosotros mismos y desaparecerán esos conflictos internos. Y ser más amables es una buena forma de conseguirlo. Y el primer paso es amar más. Alguien que no es capaz de amar difícilmente será visto como alguien digno de ser amado.
Quizá este sea el primero de una serie de post sobre el amor. Quizá solo una pequeña reflexión. En cualquier caso, seamos más amables, ¡amemos más! Empezando por nosotros mismos ;)