Hace unas semanas, mientras hablaba con una amiga, se me pasó por la cabeza la idea de escribir un post sobre lo que le diría a mi yo de 18 años. Y lo que me gustaría que me respondiera. No se me ocurre mejor momento para escribirlo que dos días antes de mi 37 cumpleaños. Sería más bucólico con 36, justo el doble, lo sé. Pero las cosas suceden cuando tienen que suceder.
Hablemos, querido mini-yo…
– ¡Atrévete! Ya sé que da miedo, de verdad que te entiendo, pero tienes que atreverte.
– Pero… ¿a qué?
– ¡A todo! A todo eso que pasa más de unos pocos segundos en tu cabeza. A todo lo que vuelve a ella sin pedir permiso de forma recurrente. Vamos, sabes de lo que hablo. A lo que de verdad te importa.
– Ya claro, pero decirlo es muy fácil… ¿Y si me sale mal? ¿Y si me rechazan? O peor todavía, ¿qué pasa si nadie me entiende? ¿qué hago si se rien de mi?
– Entiendo, déjame recordar… necesito hacerlo para entenderte. Ahora nuestras prioridades han cambiado pero si, recuerdo que cuando yo era tú, las cosas no eran tan fáciles. Tienes razón. Quizá si hacemos un ejercicio juntos me entiendas mejor, ¿te atreves?
– Tienes buen aspecto, parece que las cosas no te van mal. Y acabas de decirme que tengo que atreverme así que… ¡vale! ¡me atrevo! ¿Qué podría salir mal? En el fondo no nos ve nadie…
– Imagínate por un momento que tuvieras que mantener esta misma conversación con tu yo de 9 años. ¿Qué le dirías? Piénsalo unos segundos, es importante. Podría cambiarte la vida.
– Vale, creo que lo entiendo. Lo que me daba miedo cuando tenía 9 años era una tontería y…
– Bueno, no era una tontería, para aquel pequeñajo era toda su vida. Ahora te parece una tontería pero no lo era entonces. ¿Recuerdas nuestro primer día de clase cuando nos mudamos a Madrid? Nos metimos en una clase que no era la nuestra, y lo supimos enseguida porque Jorge, nuestro hermano mayor, estaba en la misma clase que nosotros. Bueno, por eso y porque no entendíamos nada de lo que decía el profesor, así que no podía ser él el que se había equivocado. Creo que era una clase de matemáticas, pero debíamos estar tan nerviosos por intentar solucionar aquello que ni siquiera lo recuerdo.
– Es cierto, yo tampoco lo recuerdo bien… aunque creo que fue Jorge el que nos saco de aquella, dale las gracias cuando le veas.
– Ves, ni siquiera nos acordamos. No es nada traumático, pero teniendo en cuenta lo miedicas y vergonzosos que éramos en aquel momento seguro que se nos pasaron mil cosas por la cabeza. Y ninguna buena.
– Creo que ahora si que empiezo a entenderte. Si miro hacia atrás hay muchas cosas que haría de forma diferente. Quizá si cuando tenga miedo la próxima vez miro hacia delante vea que en el fondo es mucho menos trascendente de lo que puedo llegar a imaginar en el presente, ¿no?
– ¡Bravo! Estoy muy orgulloso de ti, ¡has dado en el clavo! Por ejemplo (sé lo que te importa ahora, jejeje) la próxima vez que te guste una chica, ¡díselo! No importa qué sucederá después, lo verdaderamente importante es que habrás creado la oportunidad para que suceda algo. Y si no sucede nada, aunque ahora lo veas imposible, lo terminarás olvidando. Si no hacemos nada también lo olvidaremos, aunque algún día quizá nos pase factura. ¿Qué habría pasado? Esa es una de las preguntas que nunca querrás hacerte. Y no importa la edad que tengas, créeme.
– Gracias, lo intentaré. Suena bien, aunque supongo que no será fácil.
– Tienes razón otra vez, no lo será. Pero así es la vida mini-yo, las cosas no son siempre fáciles, y algún día te darás cuenta que la dificultad tiene mucho que ver con la felicidad. Lo fácil no hace feliz a nadie.
– ¿Y tú? No pareces el típico adulto, espero que no se te haya olvidado seguir jugando y haciendo tonterías.
– Jajajaja, ¡buena pregunta! Te seré sincero, durante unos años si lo olvidé. Todo era trabajo y aprender a sobrevivir en un mundo que desconocía por completo, y además había muchas influencias y no era sencillo mantener el foco en lo que verdaderamente nos hacía felices. Por suerte, con el tiempo he ido rectificando muchas cosas y aunque todavía tenemos mucho trabajo por delante creo que las cosas nos van bastante bien. Hacemos bastante tonterías y es muy divertido, créeme, ¡te encantará!
– Quizá yo pueda hacer algo para cambiar esa fase oscura
– Quizá, aunque creo que también forma parte de nosotros. Si no es esa será otra, pero hace falta un poco de oscuridad de vez en cuando para poder ver las cosas más claras cuando aparece un poco de luz…
– ¿Podríamos hacer esto más a menudo? Me ha gustado mucho :)
– No se me había ocurrido la verdad, y nos queda tanto por hablar… Está bien, te prometo que así lo haremos. Como mínimo una vez al año tendremos una conversación en la que yo te contaré lo que he seguido aprendiendo y tu me recordarás lo que nunca tenemos que olvidar, ¿te parece bien?
– ¡Me parece perfecto! ¡Disfruta!
– ¡Hasta la próxima mini-yo! ¡Aprende!