Ya sabéis que me encanta la biomimética (imitar a la naturaleza), y el otro día leyendo El punto ciego: Psicología del autoengaño de mi tocayo Goleman, recordé algo con lo que muchos hemos jugado alguna vez cuando éramos pequeños: el experimento del punto ciego. ¿Os acordáis?
El punto ciego es la zona de la retina donde aparece el nervio óptico, y al carecer esta zona de células sensibles a la luz perdemos por completo la sensibilidad óptica. Podemos comprobarlo fácilmente utilizando la imagen de arriba. Solo hay que taparse un ojo, mirar fijamente a la mariposa y acercarnos (o alejarnos) lentamente hasta que perdamos de vista el diamante negro de la derecha.
¿Por qué no nos damos cuenta de esto? Por suerte tenemos dos ojos que hacen un trabajo en equipo increíble, y un buen líder llamado cerebro para orquestar dicho trabajo. El cerebro recrea la imagen final mezclando la información recibida de ambos ojos evitando así esas carencias que tienen por separado.
Nadie es perfecto, todos tenemos fallos, «puntos ciegos», pero un buen trabajo en equipo puede, como acabamos de comprobar, eliminar esos fallos del resultado final. Y para conseguirlo hace falta no solo un buen trabajo en equipo, sino también un buen liderazgo. Si el cerebro no supiera «sacar lo mejor de cada ojo» no conseguiríamos resolver nada.
Este es solo un ejemplo más, ya que para mi el mejor ejemplo de verdadero trabajo en equipo y liderazgo es el milagro de la vida. Cada célula de cada órgano haciendo su trabajo de la mejor forma posible, y el cerebro enviando «emails» en forma de neurotransmisores para organizar todo esto y permitirnos vivir.
El liderazgo, para ser eficaz, tiene que pertenecer de alguna forma al equipo. Tiene que existir una conexión real. Tiene que mojarse y formar parte del ciclo de trabajo. ¿Os imagináis al cerebro delegando sus responsabilidades como líder en otros órganos? Si esto llegara a suceder, el cerebro acabaría desapareciendo. La naturaleza es sabia y no gasta recursos en cosas que no sirven para nada ;)