Jun 2, 2015 | Blog posts |
Quizá porque se acerca el verano, o simplemente porque lleva ya demasiado tiempo en mi cabeza, pero hoy voy a hablaros de surf. Bueno, no exactamente. Más bien de un pequeño símil que se me ocurrió una de las incontables veces que me he quedado absorto mirando al mar, disfrutándolo e intentando comprenderlo mejor para poder sacarle el máximo partido. Más o menos lo mismo que suelo hacer con nuestro querido cerebro, el otro personaje de este pequeño paralelismo.
Las playas tienen cierta cadencia respecto a la forma de sus fondos y, por tanto, de sus rompientes (olas). Con cada marea, ola a ola, la arena del fondo se va colocando en los bancos de arena, dejando también unos surcos que aprovechará el agua para salir más cómodamente de la playa y volver al mar. Estas son nuestras queridas/odiadas corrientes, sobre las que hablaremos otro día.
El caso es que por su localización, forma, orientación y algunos otros aspectos, cada playa acaba teniendo unos fondos que la hacen comportarse de una forma concreta la mayor parte del año. Y creo que nuestro cerebro se comporta de la misma manera.
May 16, 2015 | Blog posts |
Hace pocos días hablaba con Lucía -la hija de 13 años de unos buenos amigos- sobre los exámenes y los nervios que la provocaban. Sinceramente creo que el sistema educativo actual está obsoleto y no saca a relucir el gran potencial de sus consumidores, los alumnos, pero este es otro tema. Después de una semana bastante activa y con poco tiempo para la lectura había decidido relajarme un rato en el sofá y ponerle remedio, pero a las pocas páginas se me pasó una idea por la cabeza: ¿seré capaz de escribir algo que ayude a Lucia y otros alumnos a mejorar su rendimiento en los exámenes? Aunque tenía muchas ganas de seguir leyendo interrumpí la lectura y empecé a escribir, ¡tenía que intentarlo!
Ha llegado la hora y de nada sirve lamentarse por no haber estudiado más. Se han repartido las cartas y la partida ya ha empezado. No hay más descartes. No va más. El objetivo es hacer la mejor jugada posible con las cartas que tenemos. ¿Cómo lo conseguimos? Queridos niños, adolescentes, jóvenes universitarios y demás alumnos, aquí os dejo algunos consejos ¡Espero que os sirvan!
Motivación y pensamiento positivo
Tenemos que eliminar de nuestra cabeza cualquier pensamiento negativo. Voy a suspender, tenía que haber estudiado más, esto no me lo sé… todos estos pensamientos generan estrés y reducen nuestras capacidades cognitivas. Dicho de otra forma, nos hacen más tontos. Ha llegado el momento de asumir nuestra situación y sacarle el máximo partido, sea cual sea. Ya habrá tiempo para aprender a tener mejores cartas en la próxima partida.
Sonríe, salta, baila, confía en ti mismo, imagínate siendo capaz de hacerlo, piensa en cosas bonitas, dale un abrazo a un compañero que esté más nervioso que tú, aprieta fuerte los puños y levántalos como si acabaras de ganar una carrera, repítete una y mil veces que vas a hacerlo lo mejor que puedas, que estás preparado para sacar lo mejor de ti y visualiza el resultado que quieres obtener.
Los pensamientos positivos nos hacen más listos, así que si es necesario puedes hasta autoengañarte. Si si, eso que te dicen siempre de «no te engañes a ti mismo» está bien para otras situaciones, pero ahora no. No importa si es verdad o mentira, lo que importa es que llenes tu cabeza de pensamientos positivos para poner al cerebro en modo superhéroe.
Abr 28, 2015 | Blog posts |
Espera un momento, ¿por qué no? Vale, si, se supone que engañar no está bien. No debemos mentir ni a los demás ni a nosotros mismos pero, ¿es tan malo el engaño? Personalmente quería profundizar un poco en la materia y por eso los dos últimos libros que han pasado por mis manos han sido «Por qué mentimos, en especial a nosotros mismos» de Dan Ariely y «El punto ciego» de Daniel Goleman. Dos puntos de vista diferentes sobre un mismo tema de los que saco una conclusión sencilla y quizá algo incómoda: ¡todos mentimos! Aunque tampoco estoy diciendo nada nuevo, ¿verdad? ;)
¿Por qué lo hacemos? A estas alturas del juego nadie debería sorprenderse si digo que el engaño es, como casi todo lo que hace el cerebro, una herramienta de supervivencia. Distorsionamos la realidad (y lo hacemos directamente a nivel inconsciente) para evitar el dolor, para evitar cualquier cosa que pueda generarnos ansiedad. Y en este proceso tienen mucho que ver las endorfinas, que mitigan el dolor pero reducen la capacidad de atención, y la ACTH (hormona adenocorticotrópica) que tiene un efecto radicalmente opuesto (ambas sustancias se liberan al inicio de cualquier situación estresante). La atención y el dolor están relacionados químicamente. A menos atención, menos dolor. Y por este motivo el cerebro desvía nuestra atención lejos de lo que nos produce dolor.
En un mundo perfecto esta última afirmación no sería muy bien recibida. En el mundo real sin engaño (incluido el autoengaño) la vida sería mucho más difícil. Tanto a nivel personal como a nivel social (trabajo, familia, amigos…). ¿Os imagináis como sería un día en el trabajo si todo el mundo fuese sincero al 100%? ¿Si no pudiéramos darnos esos mensajes de ánimo a nosotros mismos cuando las cosas se ponen feas? Nuestro día a día estaría lleno de conflictos y tendríamos muchos más miedos. Vivir sería aterrador, y agotador.
Abr 7, 2015 | Blog posts |
Tenemos que atrevernos más. Tenemos que enamorarnos de la incertidumbre y casarnos con la confianza. El objetivo del ser humano como especie es la supervivencia, pero como individuos de una sociedad avanzada como la nuestra tenemos otros objetivos muy diferentes. Busca lo que de sentido a tu vida y agárrate a ello como si de tu vida misma se tratase. Al fin y al cabo, al menos en teoría, solo se vive una vez. ¡Atrévete!
Atrévete a intentarlo.
Si quieres algo tienes que atreverte. Perdemos oportunidades a diario por no atrevernos, pero nuestro cerebro es tan «listo» que ha aprendido a defenderse de la ansiedad que puede generar una afirmación así distorsionando la realidad y/o desviando nuestra atención hacía sitios «menos dañinos». No vemos lo que nos hace daño hasta que resulta demasiado evidente, un mecanismo de defensa cortoplacista más que no está adaptado todavía al ritmo de vida actual. A todos se nos pasan millones de ideas por la cabeza pero pocas veces conseguimos reunir las fuerzas necesarias para ponerlas en marcha. ¿Cuál es el motivo?
Atrévete a fallar.
Todos lo hacemos, todos fallamos en incontables ocasiones. Y aunque muy pocos de esos «errores» sean realmente críticos, la trascendencia que les otorgamos cuando todavía no han sucedido es tan grande que casi siempre nos paraliza. Fallar es bueno, y si bien no es necesario desde un punto de vista meramente teórico, es evidentemente real en lo práctico. Deja de ver los fallos como algo malo y empieza a verlos como una ayuda para conseguir lo que te propongas. Atrévete, equivócate, y disfruta haciéndolo. Pero para hacer realidad un sueño hace falta algo más.
Mar 31, 2015 | Blog posts |
Mientras leía hace ya unos meses Los Secretos de la Motivación, de José Antonio Marina (uno de mis últimos descubrimientos y que ha pasado a formar parte de mis autores españoles favoritos), se me pasó en más de una ocasión por la cabeza la idea de que la motivación tiene diferentes grados de madurez. Si no recuerdo mal en el libro José Antonio hablaba de cuatro tipos de motivación, y mirando un poco hacia mis adentros descubrí la siguiente correlación. Ya me contaréis si os encaja ;)
La motivación hedonista. El placer. Todos conocemos este tipo de motivación, y creo sin duda que es la más fácil y temprana de todas. Es fácil tener ganas de hacer algo cuando ese algo nos retorna placer de forma inmediata. Un tipo de motivación muy potente, pero también muy peligrosa para el ser humano del siglo XXI, ya que es demasiado cortoplacista y como hemos hablado en más de una ocasión, las reglas del juego han cambiado.
El ser social. La fama, el reconocimiento. Manadas, tribus, sociedades… está claro que somos seres sociales, y a medida que vamos madurando empezamos a sentir la necesidad de posicionarnos dentro de nuestro grupo, y nace entonces este segundo tipo de motivación: el reconocimiento social. Queremos que los demás reconozcan nuestra valía y eso nos motiva para desarrollar todo nuestro potencial, aunque en ocasiones también puede hacernos actuar de forma equivocada. Otro día hablamos sobre esta necesidad de apariencia en la que algunos se quedan anclados de por vida.
Sentirse capaz, sentirse útil. Si seguimos en la escala de maduración nos encontramos con este tercer tipo de motivación. Ya hemos aprendido que en ocasiones nuestros actos no pueden ser guiados solo por el placer, y hemos empezado a desarrollarnos para posicionarnos en nuestro grupo. Pero queremos más. Sentimos que falta algo. Necesitamos sentirnos capaces y sentirnos útiles. La sensación de autosuperación, de estar aportando algo al mundo, empieza a ser para algunos un buen arma para mantener la motivación necesaria para realizar algunas tareas, como por ejemplo la formación contínua de toda una vida. Por desgracia no todo el mundo alcanza este tercer nivel.